El seminario mayor de Malole, en la región congoleña de Kasai central, se convirtió en un objetivo cuando el verano pasado el rector y los otros religiosos se negaron a que un entonces poco conocido y recién nacido grupo armado, la milicia del jefe tradicional Kamwina Nsapu, instalara su cuartel general en los terrenos que pertenecen a la institución, justo detrás de un edificio que carece del alambre de espino que tantas veces rodea las propiedades en Congo. Los curas, que allí forman a 80 seminaristas, sabían del carácter violento de esta milicia y también que sus líderes adoctrinaban a sus adeptos con la promesa de que su dominio de la brujería y los «gri-gris» (amuletos tradicionales), los haría invencibles e inmunes a las balas de los militares y policías congoleños que no iban a tardar en llegar.
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